Personas interesantes

lunes, 4 de diciembre de 2017

Mirar al cielo

 La Vía Láctea sobre el antiguo puente mesteño sobre el Salor, cerca de Aliseda (Cáceres)


Mirar al cielo es sorprenderse, es recordar, es olvidar. Mirar al cielo es ver el pasado y elucubrar los futuros. Mirar al cielo es descubrir el sentido de muchas cosas y la falta de sentido de otras. Mirar al cielo es admirar y asombrarse.

 
Los seres humanos llevamos milenios elevando la vista al cielo y tratando de desentrañar ese misterio inalcanzable que se revela cada noche y nos ilumina cada día. Todos los pueblos primitivos creyeron encontrar en los astros las respuestas que no tenían y ubicaron allí arriba seres fabulosos, mitos y dioses que aún nos fascinan.

La Vía Láctea en un paisaje bañado por la luna llena a tres kilómetros de Cáceres 

Mirar al cielo es descubrir. Es sumergirse en la Vía Láctea, nuestra propia galaxia, y deleitarse ante esa inconcebible conjunción de trescientos mil millones de estrellas en forma de espiral con un diámetro de un trillón y medio de kilómetros. Su nombre, que significa «camino de leche», se debe al tenue aspecto blanquecino que presenta en el cielo nocturno. Aunque es más hermosa la explicación mitológica que asegura que se formó por la leche que brotó del pecho de Hera, esposa de Zeus, cuando ésta no quiso amamantar, y apartó de su seno, a un bebé ilegítimo llamado Hércules.


                          Monumento Natural de Los Barruecos (Malpartida de Cáceres) 


Mirar al cielo es contemplar el inmutable camino de los planetas que, como la Tierra, orbitan en torno al Sol, cuerpos celestes bautizados como dioses romanos y que dan nombre a los días de la semana. Mercurio, el mensajero de los dioses; Venus, la estrella vespertina y matutina, que lleva el nombre de la diosa del amor y la belleza; Marte, el planeta rojo, debe su nombre al dios de la guerra; Júpiter, el gigante gaseoso, trescientas veces mayor que la Tierra, llamado igual que el dios supremo de los romanos; Saturno, padre de Júpiter, rodeado de un fascinante sistema de anillos que pueden verse con unos simples prismáticos; Urano, dios del cielo de la mitología griega; Neptuno, dios romano del agua, al que corresponde con su vivo color azul; o el lejano Plutón, dios del inframundo, que ni siquiera se considera un auténtico planeta.



Mirar al cielo es fantasear con el Zodíaco, como se conoce la banda celeste por la que a lo largo del año transitan la Luna, los planetas y –aparentemente– el Sol. Fascinaba a los antiguos y sigue encandilando a los ingenuos con sus doce signos astrológicos representados por otras tantas constelaciones: Aries, el carnero cuyo vellocino de oro fue perseguido por Jasón y los argonautas. Tauro, que alberga las famosas Pléyades, y conmemora al temible toro de Creta y al animal cuya forma adquirió Zeus para seducir a Europa. Géminis, los gemelos, con dos estrellas que recuerdan a los héroes mitológicos Cástor y Pólux. Cáncer, el cangrejo que ayudó a la hidra de Lerna a luchar contra Hércules. Leo, el león de Nemea, cuya piel usó Hércules para cubrirse después de estrangularlo con sus propias manos. Virgo, que celebra la lealtad de la hija de Zeus que portaba los rayos de su padre en la guerra contra los titanes. Libra, la balanza, símbolo de sabiduría y justicia, que los romanos asociaban con Julio César. Escorpio, el escorpión que la diosa Artemisa envió a dar muerte al cazador Orión. Sagitario, el centauro Quirón, el más sabio de los médicos y maestros de la antigüedad. Capricornio, representación de la cabra Amaltea que amamantó a Zeus, que tiene cola de pez desde que el dios Pan saltó al Nilo y la mitad inferior de su cuerpo tomó esa forma. Acuario, que los sumerios bautizaron en honor del dios que derramaba el agua sobre la Tierra y para los griegos encarnaba al joven Ganímedes, que escanciaba las copas de los dioses del Olimpo, y cautivó a Zeus con su belleza. Piscis, que representa la forma que adoptaron Venus y Cupido cuando huyeron de los titanes, eternamente unidos por un hilo de plata.



La constelación de Orión, sobre el horizonte, tras la torre de Mayoralgo (Cáceres)

Mirar al cielo es adivinar formas imaginarias en las constelaciones, las mismas que siglos atrás orientaron a viajeros y navegantes y fijaban calendarios agrícolas y fiestas religiosas. Entre las ochenta y ocho que oficialmente se cuentan destacan algunas muy conocidas y visibles. Es el caso de Orión, El cazador, probablemente la constelación más hermosa y conocida del cielo. Se observa en el hemisferio norte en invierno y en el sur en verano. Muy fácil de encontrar por las tres estrellas que forman su cinturón y las supergigantes Rigel y Betelgeuse, muy presentes en las mitologías de los pueblos de la antigüedad. Para los griegos Orión era un gigante, compañero de caza de Artemisa, diosa de la caza y de los animales salvajes, cuando éste se propuso aniquilar a todos los animales, la diosa se enfureció tanto que hizo que un enorme escorpión le picara y causara su muerte. La implacable persecución continúa y, cada noche, cuando el escorpión –Escorpio– aparece por el este, Orión se oculta por el oeste. El Cazador aparece en el cielo acompañado por sus dos perros, las constelaciones de Canis Menor y Canis Mayor. En esta última se encuentra Sirio, la estrella más brillante del cielo nocturno, fácilmente localizable por su brillo y prolongando hacia el sureste la línea imaginaria del conocido cinturón de Orión. Sirio es visible desde la práctica totalidad de la tierra habitada por lo que figura en la cultura de todas las civilizaciones desde la Prehistoria, especialmente, en el Antiguo Egipto, donde tenía carácter divino, pues su aparición el cielo justo antes de salir el Sol anunciaba las crecidas del Nilo.




La constelación de Casiopea sobre las ruinas del puente romano de Alconétar

Mirar al cielo es compartir leyendas tan seductoras como la asociada a la constelación de Casiopea, fácil de identificar por las cinco estrellas que se disponen en forma de W en el norte celeste (imagen superior). Casiopea, reina de Etiopía, presumía de que su hija, Andrómeda, era aún más bella que las Nereidas, las hermosas ninfas de los mares. Enojado por su atrevimiento Poseidón, dios del mar, envió al monstruo marino Cetus para destruir las costas de su país. El oráculo avisó de que el único modo de paliar la devastación que se avecinaba era ofrecer en sacrificio a la propia Andrómeda, de modo que ésta fue encadenada frente al mar para afrontar su cruel destino. Pero antes de que la bestia pudiera devorarla, la hermosa joven fue liberada por Perseo a lomos de Pegaso, el caballo alado. Los dioses colocaron en las estrellas a todos los protagonistas. Destaca la galaxia de Andrómeda, en la constelación del mismo nombre, que es el objeto visible a simple vista más lejano de la Tierra, a 2,5 millones de años luz.

Castillo de las Arguijuelas de Arriba (Cáceres)


Mirar al cielo es identificar la constelación más popular, la Osa Mayor, que rota en torno al norte. La mitología la asocia con la ninfa Calisto, que fue convertida en osa por la diosa Hera porque estaba celosa de su belleza, y luego ubicada por Zeus entre las estrellas para evitar que fuera cazada accidentalmente por su propia hija. Ésta también fue convertida en el mismo animal por Artemisa. Es la Osa Menor, cuya estrella Polar indica el norte geográfico. Ambas tienen un aspecto similar con siete estrellas en forma de carro o cuchara.


Cielo nocturno sobre los Llanos de Cáceres, desde El Risco (Sierra de Fuentes)


Mirar al cielo es el mayor espectáculo del mundo. Y verlo limpio y claro –de día y de noche– es un privilegio, otro más, del que se puede disfrutar en Extremadura.


Mirar al cielo es aprender, es descubrir. Mirar al cielo es verte.




Este artículo se ha publicado en el libro Cielos de Extremadura que ha editado la Fundación Xavier de Salas con el patrocinio de la Dirección General de Turismo de la Junta de Extremadura. 


martes, 31 de octubre de 2017

VII Encuentro de blogueros de Extremadura



Pues ya estamos aquí de nuevo, y van siete. 

Fotógrafos, blogueros y amantes de la naturaleza y de la cultura de Extremadura en general, nos encontraremos en Trujillo, en el convento de La Coria, el sábado día 25 de noviembre de 2017

En esta ocasión el argumento en torno al cual girará esta nueva edición de nuestros Encuentros, es el Cielo de Extremadura. 

Los cielos de Extremadura. Una magnífica excusa para volver a encontrarnos

Nos vemos en Trujillo!!

En pocos días haremos público el programa definitivo.

Para asistir, basta con inscribirse  en:  extremadurablogs@gmail.com

La asistencia es libre y gratuita hasta completar el aforo. Y, afortunadamente, no falta mucho para eso.


Hasta pronto


#ExtremaduraBlogs








domingo, 23 de julio de 2017

Una garita en ruinas


No son más que las ruinas de una garita anodina. Pero la vida, como dijo alguien ilustre, es un montón de insignificantes e irónicas ruinas. Ruinas que tienden a borrarse y a desaparecer cuando se olvidan, o que se olvidan cuando desaparecen. Perdido en esos pensamientos deambulo por el paraje de la imagen superior, un lugar que invita al olvido, que incita a la pena y la esperanza, y me siento en medio de la ruina de mí mismo con los ojos velados por un tenue cristal de recuerdos y alivio.

Me descubrió el episodio mi amigo Rubén, incansable observador del detalle local, en una conversación que mantuvimos a raíz de esta publicación. Impelido por él acudí a visitar esta zona de la falda de la Montaña –las mejores vistas de la ciudad– que muy pronto se verá drásticamente modificada por el nuevo trazado de la Ronda Sur-Este para la circunvalación de Cáceres.

Panorama de Cáceres desde la garita de vigilancia

La construcción de esta infraestructura tan necesaria supondrá, entre otras muchas cosas, eliminar estos restos que resultan poco significativos. O no. Lo que queda de la citada garita, que se aprecia en las imágenes superior e inferior, permite evocar un trágico episodio que aconteció tal día como hoy hace justo ochenta años. El 23 de julio de 1937 Cáceres fue bombardeada. Se trata de un hecho bien conocido y ampliamente tratado por la prensa y los cronistas de la Guerra Civil.




Me voy a centrar en un momento muy puntual de aquel día recogido por la prodigiosa memoria de Antonio Rubio Rojas que fue archivero municipal y cronista oficial de Cáceres. Concretamente en un pasaje de un artículo que publicó a título póstumo en el Boletín de la RealAcademia de Extremadura de las Letras y las Artes: «Aquella defensa antiaérea contaba con posiciones, como atestiguan todavía las ruinas de la garita del cerro del Amparo […]  Todas estas garitas estaban comunicadas telefónicamente con el puesto de observación situado en el Santuario de Ntra. Sra. de la Montaña, comunicación que en la mañana del 23 de julio no funcionó, como tampoco funcionarían las sirenas encargadas de dar la alarma; culpándose de ello a una telefonista que saboteó la comunicación, siendo uno de los observadores, concretamente Manuel López López, quien se dio cuenta de tal adversidad, emprendiendo veloz carrera para comunicar a la batería del Amparo que eran aviones enemigos y que dispararán, cuando el ataque aéreo a la ciudad era ya cruda realidad».


Rememoro la escena mientras paseo junto a los restos de la garita que,  escoltada por dos exánimes alcornoques que le dan sombra, desafían al olvido y a los meteoros. Imagino la sorpresa y la mirada aterrorizada del joven Manuel López al descubrir las siluetas hostiles de los katiuskas aproximándose a su posición. Con 29 años de edad y trabajador de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Cáceres, hacía un par de semanas que había visto nacer a su segundo hijo. No fue movilizado por ser el único hijo varón de una viuda que tenía otras tres hijas. Aunque no contaba con formación militar sí había sido instruido en algunos aspectos relativos a la identificación de aviones y al modo de actuar en caso de ataque aéreo. Aquella mañana de verano de hace ochenta años, Manolo, como era conocido por todos, corrió despavorido y sudoroso por las rampas de la Montaña para intentar evitar lo inevitable. Las sirenas antiaéreas no sonaron y las comunicaciones habían sido cortadas. Eran las nueve y media de la mañana cuando, desde su privilegiada atalaya, contempló con estupor cómo cinco bombarderos soviéticos Tupolev SB-2, conocidos popularmente como katiuskas, se acercaban para sembrar terror y muerte sobre la ciudad y su gente. Los aviones de la Fuerza Aérea de la República Española habían despegado esa madrugada de la base aérea de Los Llanos, en Albacete. Formaban parte del gran contingente de ayuda material prestada por la URSS y eran unas eficaces máquinas de guerra (SB son las siglas en ruso de Skorostnoi Bombardirovscik, bombardero veloz).


Tupolev SB-2 katiuska  (http://www.ejercitodelaire.mde.es/)

El resultado fue el habitual cuando se bombardean ciudades: numerosas víctimas civiles –hombres, mujeres y niños– muertos y heridos de consideración. Las escenas más cruentas se produjeron en el entorno de la iglesia de Santa María a la que diariamente acudían muchos fieles por encontrarse en su interior la imagen de la patrona. Hay quien piensa que en tiempos difíciles toda ayuda es poca y, poco después de iniciarse la Guerra, la Virgen de la Montaña fue trasladada a la ciudad, igual que se hizo a principios del XIX durante la Guerra de la Independencia. En ambos casos la imagen permaneció en Santa María hasta el final de ambas contiendas cuando fue devuelta a su Santuario. En aquella ocasión la afluencia de personas resultó fatal. Varias decenas perecieron acribilladas por la metralla porque todas las puertas del templo estaban abiertas de par en par… Los dramáticos efectos del bombardeo fueron oficialmente silenciados en su momento por razones de guerra y aún hoy se desconoce el número exacto de víctimas mortales (entre 35 y 50 según los historiadores) 

Los partes oficiales que refieren este evento son buenas muestras del lenguaje del momento. El bando republicano se limitaba a informar de que se habían bombardeado «diversos objetivos militares en las cercanías de Cáceres» [sic]. El bando nacional detallaba: «La aviación enemiga, siguiendo su criminal costumbre de bombardear poblaciones indefensas de la retaguardia, sin finalidad militar alguna, ha bombardeado hoy la capital de Cáceres con cinco aviones causando muertos y heridos en la población civil, la mayor parte mujeres y niños. Este criminal proceder obliga a llevar a cabo las naturales y prontas represalias que ya hemos tenido que ejercer en otras ocasiones iguales». [s.c.]




Fachada del palacio de los Golfines de Arriba, en Cáceres, flanqueado por un hotel de cinco estrellas y restaurantes con estrellas Michelin. Y detalle de la inscripción (oculta por las sombrillas de la imagen superior) que conmemora la estancia del general Franco en el edificio.

Por buscar una explicación –si tal cosa es posible– cabe añadir que entonces se ubicaba en aquella plaza el Gobierno Civil (en el lugar que ahora ocupa la Diputación Provincial) amén de un cuartel en el palacio de Ovando. Y que, además de albergar nutridos contingentes militares, Cáceres había sido una ciudad importante para el bando nacional en los inicios de la guerra. El 26 de agosto de 1936, poco después de un mes del alzamiento, Franco estableció su cuartel general en el palacio de los Golfines de Arriba en plena ciudad monumental (imagen superior). En este lugar fue proclamado Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos Nacionales antes de la solemne proclamación oficial acaecida en Burgos el 1 de octubre de ese mismo año. El hecho se recuerda en la inscripción conmemorativa que luce en la fachada del palacio. Contamos con un impagable testimonio de la estancia de Franco en Cáceres en las reveladoras imágenes grabadas por el cineasta francés René Brut que fueron descubiertas hace poco tiempo por dos historiadores extremeños.


Volviendo a aquel 23 de julio, del que hace hoy ochenta años; dieciocho proyectiles cayeron sobre Cáceres. Dos de ellos sembraron de muerte el interior de Santa María. Los daños pudieron ser mayores porque otro proyectil quedó alojado en la cubierta sin explosionar. Los impactos de metralla aún se aprecian en la fachada de la Concatedral (imagen inferior)

Restos de impactos de metralla, parcialmente restaurados, en la fachada de la concatedral de Santa María


Otro artefacto destrozó por completo la fachada principal del cercano palacio de Mayoralgo (imagen inferior), un hermoso edificio de aires góticos y renacentistas que actualmente alberga la sede central de Caja Extremadura o Liberbank o como se llame ahora. El edificio fue reconstruido por la Dirección General de Bellas Artes en 1942. Otras bombas cayeron junto a la Plaza Mayor y en las cercanías del edificio de la Audiencia Territorial (actualmente Tribunal Superior de Justicia de Extremadura) y otra más en el cementerio.

Aspecto actual de la fachada del palacio de Mayoralgo. En el móvil, el mismo lugar hace justo ochenta años, después de ser bombardeado el 23 de julio de 1937.


Impactos de metralla resultante del bombardeo de 1937 en la fachada del palacio de Mayoralgo.


El ataque aéreo tuvo un efecto devastador para la población civil. Me ahorro los testimonios y los detalles escabrosos que pueden encontrarse fácilmente en las hemerotecas. Durante varios días hubo quien se negó a dormir en sus casas, los comerciantes cerraron sus establecimientos y los vendedores abandonaron el mercado. Se tardó en recuperar cierta normalidad y los cacereños vivieron el resto de la guerra aterrorizados ante cualquier ruido procedente del cielo. La ciudad se preparó para nuevos bombardeos: se construyeron trincheras, se fortalecieron las defensas antiaéreas, se habilitaron sótanos para refugios, se protegieron los cristales y se dispusieron sacos terreros en la Plaza  Mayor (imagen inferior). Afortunadamente, nunca más se produjo otro bombardeo.

Imagen actual de un rincón de la Plaza Mayor de Cáceres, repleta de terrazas, que contrasta con la escena del móvil, del mismo lugar hace justo ochenta años, protegido con sacos terreros para paliar los efectos de los bombardeos.



Contemplando los restos de la modesta garita y tratando de imaginar los estragos de aquel día no dejo de pensar en cómo es posible que todavía haya que soportar a algunos sectarios e iluminados que se empeñan en reavivar aquellos años tenebrosos…

Los restos de la modesta instalación militar languidecen en la falda de la Montaña esperando –otro caso más– el indigno fin al que condenamos a aquellos testigos de tiempos incómodos o que no resultan suficientemente pretéritos. En pocos días, toda esta zona se verá radicalmente transformada por la irrupción de las excavadoras. Las huellas desaparecerán y con ellas el recuerdo de tantos episodios atroces que no han de volver jamás. Me pregunto si no sería conveniente dejar algún testigo de lo que fue, para no olvidar, para no que vuelva a pasar… Al mismo tiempo, me regocijo por lo afortunados que somos al poder pasear por la zona y contemplar la hermosa vista de una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad sin temer que nos sobrevuelen más que cernícalos y cigüeñas. Pero el alivio y la esperanza no logran eclipsar por completo el recuerdo de aquel joven que – hoy hace justo ochenta años– corría con denuedo por estos mismos campos para intentar avisar infructuosamente de lo que aconteció. Aquel joven, que contemplaba aterrorizado e impotente las heridas de la ciudad que amaba, no podría imaginar que cuarenta años después, durante la Transición que ponía punto final a tanto sinsentido, se convertiría en su alcalde. Aquella mañana de verano, tal día como hoy pero de 1937, mi abuelo Manuel López corrió y gritó hasta el límite de sus fuerzas, hasta perder el resuello, para avisar de la presencia de los aviones, lo haría pensando probablemente en su hijo recién nacido, mi padre. No se trata de las ruinas de una garita cualquiera. Se trata de un pedazo de nuestra historia y de nuestra vida. Se trata de la Verdad y no deberíamos olvidarla ni dejarla en manos de tanto mequetrefe político. Como escribe Cervantes en el Quijote «debiendo ser los historiadores puntuales, verdaderos y nada apasionados, y que ni el interés ni el miedo, el rancor ni la afición, no les hagan torcer del camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir». (Miguel de Cervantes. El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Parte I, cap. IX).


No son las ruinas de una garita cualquiera.

miércoles, 12 de abril de 2017

Medusa y medusas en Extremadura


En la versión más conocida del mito clásico Medusa era un monstruo y una deidad protectora. Tenía un aspecto tan terrible que convertía en piedra a quien la mirase fijamente. Ovidio cuenta que era una mujer de exuberante belleza que por esas cosas que solían ocurrir en la mitología acabó transformada en una criatura monstruosa, al igual que sus hermanas Gorgonas –Esteno y Euríale– todas convertidas en seres despiadados de manos metálicas, colmillos afilados y frondosas cabelleras formadas por serpientes venenosas.


Perseo con la cabeza de Medusa. Detalle de la famosa escultura de Benvenutto Cellini en Florencia


Medusa murió a manos del héroe Perseo (imagen superior) que contó con la ayuda de su padre Zeus y de otros dioses: Atenea le entregó un escudo pulido como un espejo, Hermes le obsequió con una hoz de acero y unas sandalias aladas y Hades le cedió un casco que hacía invisible a su portador. Con todos estos pertrechos logró Perseo cortar la cabeza de Medusa. Con el preciado en su poder Perseo pudo rescatar a Andrómeda de los dominios de un monstruo marino y convirtió en piedra a Atlas, el gigante que sujetaba el cielo y la tierra, transformándolo en la cordillera norteafricana que lleva su nombre. Posteriormente Perseo ofreció la cabeza a la diosa Atenea quien la colocó en su escudo, la égida. Esta imagen se ha convertido en un motivo representado en innumerables obras de arte desde la antigüedad hasta nuestros días; un rostro que se imaginaba monstruoso en la antigua Grecia y que a partir del siglo V empezó a figurar con un semblante sereno y hermoso, mas terrorífico por la leyenda y la temible orla de serpientes que lo enmarca. El motivo sigue siendo muy conocido en la actualidad en el arte y en la moda desde que el diseñador Gianni Versace lo convirtiera en emblema de su imperio de alta costura.    














El poder simbólico de Medusa comienza con la cabeza cortada. Esta imagen de la cabeza separada del cuerpo con feroces serpientes en lugar de cabellos se conoce como gorgoneion. Desde hace cientos de años se dispone en amuletos, puertas, paredes, suelos, monedas, escudos o corazas con el fin de alejar el mal. Aparece en el arte y en la literatura desde tiempos de Homero que ubica «la cabeza de la Medusa, monstruo cruel y horripilante» en la égida de Zeus y en el escudo de Agamenón: «coronado por la Medusa, de ojos horrendos y mirada siniestra» (Ilíada XI, 35). El mito aparece en todo su esplendor en las obras clásicas y en una  largo etcétera que incluye a los más reputados artistas, literatos y filósofos de todas las épocas desde Dante o Petrarca, hasta Sartre o Marx, pasando pasando por Leonardo, Goethe, Shelley, Nietsche o Freud.





La égida o escudo de Atenea con la terrible imagen de Medusa


El atávico símbolo asimilado por la mitología clásica pasó de Grecia a Roma para extenderse por el mundo conocido. La inefable imagen llegó a Hispania para ser ubicada en objetos propiciatorios y lugares que requiriesen protección. La cabeza de Medusa es una imagen de efecto apotropaico, aquello que psicológicamente tiene que ver con la represión de lo malo, como un tabú o un amuleto. La superstición dota a determinados símbolos, actos, objetos o expresiones de un supuesto poder protector. Hoy se dice ¡Jesús! tras estornudar igual que hay quien toca madera o se protege del mal de ojo.




Restos del Foro Municipal de Augusta Emerita con los clípeos de Jupiter y Medusa.


El mejor ejemplo de la Medusa mitológica en Extremadura data del siglo I. Fue entonces cuando se dispuso su figura sobre el pórtico que delimitaba por tres de sus lados el imponente Foro Municipal de Emerita Augusta. Se trataba de proteger de cualquier mal ese amplio terreno rectangular delimitado por una elegante fachada de mármol. El pórtico estaba formado por un monumental ático de orden corintio decorado con clípeos en los que se alternaban las figuras de Medusa y de Júpiter–Amón separados por canéforas a modo de pilastras ornamentales. Esta decoración está relacionada con la del foro de Augusto en Roma. Actualmente sólo se conserva la esquina noreste, cerca del templo de Diana (Imagen superior). Estos restos incluyen réplicas de los clípeos o grandes medallones decorativos. Los originales, con la cabeza de Medusa, se conservan a poca distancia, en el lugar más preeminente del Museo Nacional de Arte Romano.




La presencia de Júpiter obedece a su carácter guerrero y a su ascendencia sobre los militares romanos. Por otro lado, la representación de Medusa tiene un evidente carácter apotropaico. Los dos símbolos son elementos decorativos y sagrados. Augusto pretende proteger su espacio con todo lo que tenía a su alcance: armas y creencias. Además, la presencia de Júpiter–Amón representa la unión de Occidente, a través de su deidad suprema Júpiter, y de Oriente, con su divinidad más relevante, Amón (que Júpiter presente cuernos de carnero lo dejamos para otra entrada). Algunos especialistas hacen otra lectura más de este esquema decorativo, entendiendo las representaciones de Júpiter–Amón como el mundo de las luces, por la vinculación de Amón con el astro sol, y relacionando a Medusa con la oscuridad y las tinieblas. Se trataría de un reflejo de la polaridad cósmica entre lo de arriba y lo de abajo. Lo cierto es que la efigie de Medusa encajaría adecuadamente en este espacio, ya que aludiendo a sus poderes míticos, aquel que contemplase este inmenso e impresionante complejo arquitectónico debía quedar petrificado. 



Representaciones menores del mito se encuentran en los relieves de espadas, cascos y corazas musculadas que formaban parte de la ornamentación del teatro de Mérida. También se encuentra el enigmático rostro de Medusa, alternando con motivos vegetales, acantos y palmetas, en el friso que decoraba los dinteles de mármol del antiguo templo de Marte, que hoy forman el llamado Hornito de Santa Eulalia. Un detalle que no se escapa a mi amigo Samuel y que ilustra y describe mejor que yo AQUÍ. Como se ve en sus imágenes, las cabezas están inscritas en círculos y muestran un rostro muy redondeado, con la nariz ancha y plana y boca de labios cortos y apretados. Los ojos son muy expresivos, desorbitadamente abiertos, inmóviles y mirando fijamente al frente. El iris está perforado para representar la pupila algo lo que data el conjunto en una fecha posterior al año 150 d.C. El cabello se ha tallado con minuciosidad, con aspecto enmarañado y revuelto como corresponde al gorgoneion.


El llamado Hornito de Santa Eulalia (Imagen de Samuel Rodríguez)


Medusa grabada en una coraza romana que puede contemplarse en el Hornito de Santa Eulalia



Otros lugares y diversos objetos recrean el mito de Medusa en Augusta Emerita. Entre los mosaicos destaca uno que fue sacado a la luz en 2008 con motivo de las obras de rehabilitación que realizaron en el antiguo hemiciclo de la Asamblea de Extremadura. Bajo el suelo del edificio se encontró una amplia estancia de época romana, de unos 33 m2, tapizada por un gran un mosaico polícromo decorado con motivos geométricos y figurados. La obra, datada a inicios del siglo III d.C., apareció muy alterada. El mosaico presenta una composición simple con un tapiz que enmarca una composición cuadrangular mediante un borde de nudos entrelazados elaborados con teselas de diferente color, que encuadra a su vez a motivos geométricos. En el centro se dispone un gran círculo en cuyo interior hay otros ocho de menor tamaño. En cuatro de los cinco círculos que se han podido identificar aparece la cabeza de Medusa acompañada de algunas aves y ornamentación vegetal. Probablemente el héroe Perseo aparecería en el centro de la escena, aunque su imagen ha desaparecido por el paso del tiempo o por la acción de los árabes, contrarios a la representación de la figura humana, que en su momento habitaron el edificio y usaron esta sala como un almacén. Afortunadamente la intervención arqueológica practicada en la Asamblea tuvo especial interés en integrar los restos para que puedan ser disfrutados por los visitantes. El espacio que ocupaba el antiguo hemiciclo fue remodelado y reconvertido en un espacio multiusos, la sala de la Autonomía, bajo cuyo suelo de cristal sigue acechando la temible faz de Medusa.




Mosaico de Medusa en el antiguo edificio de la Asamblea de Extremadura (Foto: HOY)



En Zoología, la imagen de la cabeza cortada y rodeada de una larga cabellera de tentáculos urticantes –serpientes– da nombre a un grupo de animales de aspecto gelatinoso, casi transparentes, que flotan por los mares del mundo y que, con cierta imaginación, podrían asimilarse a una cabeza con larga melena, aunque nada tienen que ver con el mito. Lo que popularmente se conoce como medusas no es un concepto taxonómico sino morfológico. Se trata de las una de las dos formas de organización que caracterizan a unos animales acuáticos que la ciencia incluye en el filo Cnidaria formado por diez mil especies de medusas, anémonas y corales. Las medusas están compuestas en su mayor parte por agua. Son animales de simetría radial y consisten en poco más que una cavidad rodeada por dos capas, una interna y otra externa, con un único orificio de entrada y salida. Su origen se remonta más de quinientos millones de años atrás. Conservan una anatomía muy simple, con forma de seta o paraguas abierto de cuyo borde cuelgan tentáculos muy variables en número y en cantidad. Internamente cuentan con un sistema digestivo similar a un mero saco y un sistema nervioso rudimentario con elementales órganos del equilibrio y células fotosensibles que informan sobre la composición y temperatura del agua. Para desplazarse se impulsan por contracciones de su cuerpo, absorbiendo y expulsando agua. La característica más conocida de las medusas es el poder urticante de sus tentáculos del que deriva su nombre científico (del griego cnida, ortiga). Lo que supone una molestia para los bañistas en algunas playas es en realidad la eficaz herramienta empleada por estos animales para defenderse y capturar a sus presas. Se trata de un sistema exclusivo, tan simple como eficaz, consistente en unas células especiales (cnidocitos) que segregan sustancias urticantes y cuentan con un orgánulo característico (nematocisto) similar a una cápsula doblada hacia dentro como el dedo de un guante que alberga un filamento tensamente enrollado en su interior. Un simple roce desencadena la descarga de estos filamentos, cubiertos de espinas microscópicas, que salen disparados como arpones diminutos para clavarse en la piel de la víctima inyectando toxinas cuyo efecto varía enormemente según los casos. La inmensa mayoría no son peligrosas para los seres humanos. Las hay que pueden provocar cierto escozor al rozarlas incluso aunque el animal lleve un tiempo muerto. Otras cuentan con venenos de acción hemolítica o miolítica considerados entre los más tóxicos del mundo animal, como la carabela portuguesa (Physalia physalis) cuyas picaduras son dolorosas pero rara vez mortales, o la cubomedusa australiana Chironex fleckeri, la avispa de mar, considerado uno de los animales más peligrosos del planeta. No convierte en piedra a quien se le aproxime pero es lo suficientemente terrible para mantener vivo el mito de la Medusa mitológica.    


                          Avispa de mar (Chironex fleckeri)


Carabela portuguesa (Physalia physalis)


El tamaño y la morfología del millar de especies de medusas repartidas por los océanos también varían en gran medida. Algunas apenas miden 1 mm mientras que otras son enormes, como las medusas gigantes japonesas (Nemopilema nomurai) que superan los 2 m de diámetro y 200 kg de peso, o la melena de león ártica (Cyanea capillata) con tentáculos de más de 30 m de longitud.



         Nemopilema nomurai                                        Cyanea capillata (Imágenes de Wikipedia)


Casi todas las medusas viven en el mar, pero también podemos encontrar algunas especies de agua dulce. Una de ellas habita en Extremadura. Se trata de una pequeña medusa denominada Craspedacusta sowerbii (Hydrozoa, Olindiidae). Una de las primeras cita de la especie en Extremadura se debe a un equipo de biólogos de la Universidad de Extremadura que estudiaron los hábitos alimenticios y la estructura de una población hallada en el pantano de Proserpina, apenas a cinco kilómetros de las mitológicas criaturas descritas en Mérida.



Ejemplar de Craspedacusta sowerbii en el pantano de Proserpina. (Foto: Ricardo Morán)




Además de una exótica curiosidad de nuestras aguas, C. sowerbii es en realidad una especie invasora que en el último siglo se ha expandido por casi todos los continentes. Los primeros ejemplares descubiertos en Europa se encontraron en los estanques de lirios de agua del antiguo jardín botánico de Regent’s Park en Londres en 1880. Se creía que procedían de Suramérica pero realmente son originarias del río Yangtzé en China. La especie fue determinada el 17 de junio de 1880 por el zoólogo británico Edwin Ray Lankester (1847–1929), catedrático de zoología de la Universidad de Oxford y director del Museo de Historia Natural de Londres. Sir Lankester describió no sólo una nueva especie, a la que bautizó con el nombre de la persona que la avistó primero, Mr. Sowerby, sino todo un género que denominó Craspedacusta, del griego kraspedon (borde, fleco) y kystis (vejiga, bolsa)­. A partir de esa fecha se comprobó que C. sowerbii se había extendido por buena parte de Europa y del resto del planeta donde se ha convertido en una especie invasora, es decir, una especie de origen exótico que llega a reproducirse y expandirse por ecosistemas que no corresponden a su distribución geográfica original. Las especies invasoras se han convertido en uno de los mayores problemas para la conservación de la diversidad biológica a nivel global.



Sir Edwin Ray Lankester (1847–1929), catedrático de zoología de Oxford y director del Museo de Historia Natural de Londres




La única especie de medusa silvestre que podemos encontrar en las charcas y pantanos de Extremadura es un animal de pequeño tamaño que en nuestras aguas oscila entre 7 y 21 mm de diámetro. Tiene aspecto traslúcido con tonalidades blanquecinas, no en vano el cuerpo de algunos ejemplares está formado por agua en un 99,8%. Los tentáculos varían en tamaño y cantidad (50–500), los más largos actúan como estabilizadores durante sus desplazamientos y los más cortos se destinan a la captura del alimento para lo que están dotados de nematocistos. Además cuentan con cuatro gruesos tentáculos que coinciden con los canales radiales. C. sowerbii frecuenta estanques de aguas templadas y poco profundas donde forma pequeños grupos. A pesar de su aspecto inofensivo, en su pequeño mundo actúan como depredadoras. Se alimentan de zooplancton (principalmente cladóceros, rotíferos y copépodos). Que no cunda el pánico porque es inofensiva para las personas pues sus minúsculos nematocistos no pueden penetrar la piel humana. Esta especie alterna la forma de pólipo –permanentemente fija sobre un sustrato– con la de medusa, de vida libre. Habitualmente los pólipos forman pequeñas colonias casi invisibles de 5 a 8 mm de longitud de las que se desprenden las medusas, que corresponden a la fase de actividad reproductora. Los pólipos son similares a corales o anémonas diminutas y pueden multiplicarse de forma vegetativa. Al madurar, y por reproducción asexual, liberan unos discos indiferenciados que se desgajan de la parte superior. Una vez libres estas formas pueden convertirse en medusas, animales libres y sexuados que flotan en el agua, se alimentan y se reproducen. La mayoría de sus poblaciones son estrictamente masculinas o femeninas. En el caso de Proserpina son todas hembras. Apenas se hacen visibles los días soleados de verano cuando suben a la superficie. Es habitual que un año sean muy abundantes y luego desaparecen durante varios años.

Hasta el momento no se ha documentado ningún efecto apreciable de la especie sobre otras poblaciones silvestres o los intereses humanos. No obstante, al tratarse de una especie exótica siempre hay que tener en cuenta que puede causar algún tipo de efecto –tan imperceptible como imprevisible– sobre las comunidades autóctonas. De momento su presencia es conocida y aceptada pero no es objeto de ninguna atención ni acción al respecto.

La espiritualidad antigua vio en la medusa, que se deja llevar por los caprichos de las aguas sin reaccionar contra ellas, el emblema del abandono del alma perfecta a los designios de la Providencia que en la tierra regula por nosotros la adversidad y la quietud, la calma y la tempestad.

Antaño en el arte y hoy a través de invasiones biológicas, la presencia en Extremadura de la Medusa mitológica y de la medusa de agua dulce sirven para ilustrar la globalidad y la perpetua existencia de vías de transmisión de ideas y formas de vida desde la Antigüedad hasta nuestros días.



Para saber un poco más, o profundizar en las bases documentales que iluminan este trabajo, se puede consultar este artículo algo más completo en la Revista de Estudios Extremeños.



Related Posts with Thumbnails